“Despreciar todo aquello que no cuenta para hacer que todo lo tengas en cuenta”.
Ese puñado de palabras, un radiante positivismo y
una sonrisa permanente son su carta de presentación. Así, sin un motivo
aparente, sin nada que esconder y con todo por decir se posiciona frente a ti,
y dispara una sonrisa tras otra, y claro, se acaba contagiando esa estúpida
felicidad.
Me gustaría que viesen sus gestos al reír, o al
avergonzarse por algo, porque en ese instante puede pararse el mundo, que no
importaría nada más. Y aunque apenas te dediques a mirar sus movimientos, la
intuyes, alegre, allá donde esté. Sus ojos podrían pasar desapercibidos en
mitad de cualquier parte, pero cuando se enfrentan a tus pupilas, te retuercen
el estómago, te empujan hacia arriba, y sonríes, seas quien seas, acabas
sucumbiendo a su incansable positivismo.
Siempre he oído que la curiosidad mató al gato, ella
parece que quiere morir sabiendo. Y es de agradecer, porque se dedica a husmear
hasta en los rincones más oscuros, y acaba, haciendo que sueltes ese lastre que
te obliga a fruncir el ceño o a apretar los labios para parecer alguien
diferente al que realmente eres.
Y aunque nunca lo diría, me temo que es una de esas
apariciones, inesperadas, que dejan huella, aunque no quieras. Y cada uno de
esos pasos, quedan marcados en la espalda y calan hasta el alma, donde los
recuerdos, ya no se borran, por suerte.
Pongamos que, se llama Aleth. Y no significa otra
cosa que, la verdadera. Y no sé si es de verdad todo lo que les he contado. Lo que
les puedo asegurar es que esa sonrisa con la que se engalana cada mañana, su
pelo, cuando está liso, y esa felicidad contagiosa… hacen que sea una de entre
cualquiera, pero que realmente valga la pena.
Alma. Lealtad. Esperanza. Tozudez. Hoy. Todo eso es
ella, pero hay mucho más de lo que se puede ver, tan sólo tienen que dedicarse
a mirar, hacia ese lugar en el que el resto del mundo no se encarga de buscar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario