Querida chica de las
constelaciones:
Perdona que rompa así
el silencio. Creo que sabes que nunca fue lo que mejor se me dio, tengo esa
extraña incapacidad de no entrar pausadamente en la historia de la gente.
Debo confesar que sigo
soñando con esas constelaciones bajo mis manos, conectando, cada una de esas
pequeñas estrellas con mis labios. Suena Zahara, y su “con las ganas”, esas
mismas palabras que he escuchado casi un centenar de ocasiones de tu garganta.
Porque, aunque tú no lo sepas, yo recuerdo que al llegar, fuiste tú la que ni
me miraste. Fuiste tú, la que estabas asustada, y que te morías de vergüenza en
cada esquina de aquel fatídico lugar. Pero yo, al contrario de lo que te
piensas, me quedé observando esos ojos verdes que desfilaban frente a mis
pupilas, y pensé que en algún momento, debería poder mirarlos frente a frente.
Batí mi récord absoluto
de insistencia, fingiendo no saber tu nombre, cuando hacía semanas que lo había
memorizado. Intenté desdibujar mi figura, para observar en calma, desde la
distancia tus pasos. Me encontré, con una luz inesperada, con una capacidad
para resolver los problemas ajenos con una sonrisa y una empatía desmesurada.
Eres un volcán en
erupción, un maldito vendaval, un tornado que entra en la vida y que la
revuelve por completo. Quizás, esa capacidad tan nuestra de ser un jodido
vaivén constante, sea lo que nos diferencia de otros.
Si ya no sientes lo que
me dijiste que sentías. Si ya no encuentras mis pupilas alguna noche. Si ya no
ves nada de lo que yo te he dibujado con letras. Quizás ya no. O quizás sí.
Quizás sigas teniendo entre tus manos un vago recuerdo de las mías.
Yo, que siempre me
dediqué a observar en la distancia y a recorrer lentamente los centímetros que
me separaban de ti, no dejo de pens(arte). Porque al final, siempre fuiste eso,
arte. Tienes el arte de esconder en una mirada todo lo que no eres capaz de
decir con palabras. Y eso, siempre fue una obra tan importante como intentar
construir puentes a la velocidad que los tendimos entre nosotros. Espero que
aún queden los restos de nuestros puentes, sigo manteniendo esa estúpida
esperanza de poder volver a recorrerlos.
Querida chica de las
constelaciones; sigo soñando con tus lunares. Ojalá algún día pueda juntarlos
con mis manos. Te sigo echando de menos. Te recuerdo que hay una película
pendiente, que yo sólo tengo letras, que tú tienes esa mirada, que yo te
describo con palabras para llegarte.
Ojalá siempre.