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2.2.20

A la chica de las constelaciones


Querida chica de las constelaciones:

Perdona que rompa así el silencio. Creo que sabes que nunca fue lo que mejor se me dio, tengo esa extraña incapacidad de no entrar pausadamente en la historia de la gente.

Debo confesar que sigo soñando con esas constelaciones bajo mis manos, conectando, cada una de esas pequeñas estrellas con mis labios. Suena Zahara, y su “con las ganas”, esas mismas palabras que he escuchado casi un centenar de ocasiones de tu garganta. Porque, aunque tú no lo sepas, yo recuerdo que al llegar, fuiste tú la que ni me miraste. Fuiste tú, la que estabas asustada, y que te morías de vergüenza en cada esquina de aquel fatídico lugar. Pero yo, al contrario de lo que te piensas, me quedé observando esos ojos verdes que desfilaban frente a mis pupilas, y pensé que en algún momento, debería poder mirarlos frente a frente.

Batí mi récord absoluto de insistencia, fingiendo no saber tu nombre, cuando hacía semanas que lo había memorizado. Intenté desdibujar mi figura, para observar en calma, desde la distancia tus pasos. Me encontré, con una luz inesperada, con una capacidad para resolver los problemas ajenos con una sonrisa y una empatía desmesurada.

Eres un volcán en erupción, un maldito vendaval, un tornado que entra en la vida y que la revuelve por completo. Quizás, esa capacidad tan nuestra de ser un jodido vaivén constante, sea lo que nos diferencia de otros.

Si ya no sientes lo que me dijiste que sentías. Si ya no encuentras mis pupilas alguna noche. Si ya no ves nada de lo que yo te he dibujado con letras. Quizás ya no. O quizás sí. Quizás sigas teniendo entre tus manos un vago recuerdo de las mías.

Yo, que siempre me dediqué a observar en la distancia y a recorrer lentamente los centímetros que me separaban de ti, no dejo de pens(arte). Porque al final, siempre fuiste eso, arte. Tienes el arte de esconder en una mirada todo lo que no eres capaz de decir con palabras. Y eso, siempre fue una obra tan importante como intentar construir puentes a la velocidad que los tendimos entre nosotros. Espero que aún queden los restos de nuestros puentes, sigo manteniendo esa estúpida esperanza de poder volver a recorrerlos.

Querida chica de las constelaciones; sigo soñando con tus lunares. Ojalá algún día pueda juntarlos con mis manos. Te sigo echando de menos. Te recuerdo que hay una película pendiente, que yo sólo tengo letras, que tú tienes esa mirada, que yo te describo con palabras para llegarte.

Ojalá siempre.