Seguidores

28.7.20

AlaS de Cristal


Querida nadie:
Acabo de leer que la gente tarda una media de entre seis meses y dos años en superar a alguien de quien se ha enamorado. Ahora comprendo que todo eso que había sentido antes no era más que una vaga intención de algo semejante al amor. Creo que esa media de tiempo la superaré con creces. Me ardes en el pecho y en el recuerdo, dudo que te vayas a borrar en un tiempo tan breve. Aunque supongo que yo desapareceré mucho antes de tu memoria y tus recuerdos, pero si de algo sirve todo esto, espero que sea para que al menos durante un segundo me recuerdes, como un cometa. Supongo que fui, soy y seré, fugaz y frugal. Breve, como una estrella fugaz, de esas que si tienes la suerte de ver, pides un deseo. Tú siempre serás el mío.
Eres mi cometa, te estrellaste en mi pecho y de ahí no saldrás jamás. El amor se aprende a superar, o mejor dicho, a convivir con la ausencia, pero nunca se olvida. Me pusiste en órbita, me impulsaste hacia el vacío y decidiste que saltar conmigo era una buena opción. Me aprendiste y enseñaste, y todo eso es imborrable. Supongo que al mismo tiempo te has convertido en inmarcesible, da igual el tiempo que pase que esta sensación que me arde el pecho, me enfría las manos y me anuda el estómago al verte no se marchitará jamás.
Mi suerte es encontrarte seria en las fotos y oírte reír a carcajadas. Como cuando te tapas la boca avergonzada mientras te ríes, pensando que eso estropea la escena, cuando en realidad es parte de tu encanto. O quizás, otro de mis momentos favoritos es cuando ese pelo revoltoso, de leona, como me dices muchas veces, se rebela y se descuelga para dejar tapado uno de tus ojos. Y aunque no lo vea, saber que esa pupila está clavada en mí me sigue haciendo estremecerme, ponerme nervioso y no saber dónde mirar. Porque aprendí a mirarte, sin miedo a los ojos, porque tienes esa maravillosa habilidad de desnudar almas, y la mía se desprendió de su coraza a una velocidad abismal frente a ti.
Quizás en dos años, en siete o en once, da igual el tiempo que pase, haya aprendido a convivir con esa chispa que se me enciende cada vez que cambiamos unos mensajes, o con ese cosquilleo si paso cerca de aquel aparcamiento, o con la estúpida sonrisa que se me dibuja en cuanto veo una foto tuya. Supongo que sí, que aprenderé a que eso siga siendo un reflejo de todo lo que se mueve aquí dentro, pero no lo sé, simplemente espero que así sea.
Buscar el amor es una distopía. El amor, llega, te destroza el alma, te rompe el bazo, te quema el bulbo raquídeo, la hipófisis, te ensancha las arterias del corazón y te gasta vida, porque cada vez que se me aceleran los latidos estoy un poco más vivo, pero más cerca de la muerte. Ojalá gastarlos todos, acompasados, veloces, irreverentes… pero a tu lado.
Así que, querida nadie, me sigues robando latidos. Creo que es maravilloso. Algo arde en mi pecho, deben ser los restos de tu cometa que siguen iridisciendo mis pupilas, incluso cuando no me miras.




20.7.20

S.ideral


Querida nadie:

¿Eres consciente de la importancia de Zahara? Tengo la extraña necesidad desde hace más de dos años de visitar esa zona de España, porque tiene algo que me atrae poderosamente y me llama la atención. Supongo que poder poner a Zahara en Zahara tiene que ser lo puto más.

Hoy bordeo el abismo, este réquiem constante que me inunda está a punto de desbordarme por completo, creo que ya ha brotado por mis pupilas lo suficiente por hoy. Supongo que esa idea de por fin dejarme caer en el abismo tras tantas veces asomándome al precipicio debe ser bastante salvadora. 

La pena y el miedo me invaden, creo que quizás sea el momento de dejarse caer. Todo esto lo podría firmar cualquiera, pero es que hoy es veinte de julio y no tengo tu sonrisa para mitigar mis penas, y eso sí que es bastante complicado.

La he vuelto a escuchar, de tu voz, y sigue sonando tan bonita y tan triste como la primera vez que allá por el dos mil diez, cuando la escuché. Justamente, cinco años antes, ella grababa sin cortes una canción desgarradora. Y yo, empezaba mi propia película que avanzaba vertiginosa hacia el vacío. Tener un hueco dentro del cuerpo que alguien haya dejado con su ausencia es imposible de llenar. Si alguien te dice que el tiempo lo cura todo, nunca lo creas, simplemente mitiga la nostalgia y la pena.

Te siento a flor de piel. Ahora mismo uno de esos abrazos infinitos de los que no me quería despegar, seguramente acelerarían mis latidos, ya sabes que deseo que se acompasen con los tuyos, y encendería ligeramente esa calidez que intento que no se apague dentro de mí.

Hoy tú tampoco estás. Y sigo echando de menos tu risa. Y tus miradas, incluso esas pensativas que lanzas mientras construyes rápidamente una respuesta en tu cabeza. También añoro tu constelación.

En el cielo hay dos estrellas, Vega y Altair, dos amantes que viven separados durante todo el año y que una noche se reencuentran, todos los siete de julio, se unen durante unas horas. Quizás sobre tus labios se encuentren estos amantes, tan cercanos y a la vez tan lejos. Puede que este mes, dentro de todas las penas, tenga algo especial, quizás porque nos encontramos hace doce lunas. O puede que sea porque dos amantes que tienen que vivir separados durante el año se reencuentran una noche.

Ni una distancia sideral, ni todo el maldito firmamento me harían soltarme de tus manos.

Tú eres una constelación.

Y yo solo quiero unirte las estrellas.



Veinte


Vuelve a ser 20. Supongo que es complicado olvidar un día que tienes grabado a fuego en la memoria. Recuerdo esos malditos rayos de sol entrando por las ventanas de casa e iluminando todo, y estar sentado en esa cama que hace años se llevó las lágrimas consigo, rodeado de gente que ahora tampoco está.

Al menos fue un día soleado, supongo que le diste toda esa luz al maldito sol y por eso brillaba tanto. Me quedé sin palabras, sin la capacidad de reaccionar ni de llorar. Creo que una pequeña parte de mi alma se fue contigo.

Me aterra pensar que he pasado la mitad de mi vida con tu recuerdo y no contigo. Siento esa absurda impotencia de haber perdido a alguien que debería haberme visto crecer más. Supongo que todo eso nos lo perdimos. También me gusta pensar que aún me escuchas, que observas atentamente cada uno de esos pequeños logros que voy conquistando. Espero que te sientas orgulloso de ver en quién me he convertido, eso sí que sería un gran logro.

Aún puedo cerrar los ojos y notar como tus brazos se aferraban a mi pequeño cuerpo, fundiéndote de alguna manera con tu alma. Sigo teniendo tu piel, tus ojos y tus maneras, supongo que vives también aquí. Y eso me hace tremendamente feliz.

Mis días suelen apagarse hablando contigo, esta cabeza no quiere dejar pasar ni un recuerdo de todos los que nos dio tiempo a crear. Y al final, siempre acabo viendo más claras las cosas cuando dentro de mí te explico todo. Supongo que es mi propia terapia para poder sobrevivir. Porque eso es lo que hago desde que no estás, voy sobreviviendo, intentando cumplir cosas que me propongo e intentando ser quien quiero ser y de quien a buen seguro estarías orgulloso.

Hoy bordeo el abismo en otro maldito veinte, siempre he tenido miedo a caer. Pero cuando mis pies coqueteaban con precipitarse al vacío, aparecía uno de esos recuerdos que me decía que no podía rendirme. Aún no. Todavía no.

Han pasado quince años y sigue doliendo como si hubiese pasado un minuto. Oigo el ascensor abrirse en nuestra planta.

Ojalá seas tú.

19.7.20

De mil miradas

Querida nadie:

Hoy te escribo porque temo que te estés volviendo una desconocida. Supongo que el inexorable paso del tiempo tiene consecuencias, el olvido es una de ellas. Quizá, el tiempo y el espacio confluyan para dibujarme de nuevo en tu camino, supongo que nunca lo podré saber. Evidentemente, todo este tiempo de ausencia, obligada, me hace recordar otros momentos, de cuando era feliz, vaya.

Y debo confesar. Te escribo porque te echo terriblemente de menos, pero mi maldita cabeza me dice que te deje marchar, porque al fin y al cabo, soy esa inestabilidad emocional, esa maldita montaña rusa que te ha agitado, de una u otra forma la vida.

Echo de menos tu risa descontrolada, tu sonrisa desde lejos y aún más tu sonrisa a medio metro de mi cara o a medio centímetro. Echo de menos tu mirada viva, tu maldito océano encerrado en tus ojos, ver cómo te emocionas con mis penas, que compartimos. Echo de menos ver tus pupilas brillar al mirarme, tus párpados caer y esa sonrisa de tus ojos, que debo decir que es preciosa.

Supongo que son anhelos estúpidos de quien no puede estar con quien desea estar. Puede que todo aquello que fue sin ser, haya sido lo mejor que me ha pasado jamás. Echo de menos tus estrellas y esa maravillosa constelación que convierte tu cuerpo en firmamento. Y sí, sigo queriendo nombrar cada una de tus estrellas para poder recordarlas cada vez que las yemas de mis dedos se deslicen por tu cuerpo.

Aún recuerdo el instante perfecto. Unos ojos enormes, una sonrisa amable y unas ganas tremendas de comerse la vida. También recuerdo cómo te queda el sol de diciembre sobre tu melena de leona. Y esa luz artificial sobre tus rasgos en cualquier noche, de madrugada, en una ciudad dormida. Supongo que me diste tantos sueños que me quitaste las ganas de dormir.

Me has regalado letras, permitiste que reflejase esa luz tan tuya. Siempre atrajiste nuevas definiciones realmente alucinantes a mis manos. Pasé de citarte Extremoduro a quedarme con las ganas y con Zahara. Y a partir de ahí, me diste esas alas de luz para reescribir el mundo a través de la magia de tus ojos.

Escribir me ha salvado muchas veces, seguramente muchas más de las que me atrevería a contar, porque nunca admitiré todos esos miedos que se comen las páginas en blanco, pero contigo no me salva. Me hunde en el recuerdo, me eriza la piel, me inunda las pupilas de unas lágrimas a veces tristes, otras alegres, y me lleva a todos esos instantes en los que por un momento, parábamos el mundo y se volvía un lugar mucho más plácido y tranquilo.

Tengo un hueco en el pecho, supongo que es tu recuerdo. Arde, no se ha apagado. Y te siento, aquí, anclada a mis costillas, buscando un refugio en el que quedarte a vivir. Aún no sabes que tienes un corazón entero para quedarte a vivir.

Ayer leía que las células que componen el corazón laten a su propio ritmo cuando se separan unas de otras, pero que cuando vuelven a unirse, se sincronizan. Afirman, que eso podría ser una explicación del amor, que ambos corazones se sincronizan y comienzan a latir al mismo ritmo. Tu ausencia me ha dejado un corazón arrítmico.

Vuelve.

Supongo que no encontrarás estas letras especialmente interesantes, pero debo confesar que me encantaría que este maltrecho irrigador de sangre y oxígeno se desbocase al ritmo de tus latidos.

 

 

 


17.7.20

Sin ti.

Querida nadie:

Hace doce lunas que me inundaste con tus pupilas, y yo, ni siquiera imaginaba el vendaval que desatarías en la oscuridad de mi alma. Me diste luz, y me apago por momentos en tu ausencia. Grito, desesperado con mis palabras, que se pierden entre las redes, para que vuelvas, a clavar tus ojos sobre los míos y a dejar que tus manos se deslicen por mi cara en una despedida breve y fugaz, que se alargará en el tiempo. Al fin y al cabo, somos dos almas unidas, no sé si por ese hilo rojo o, quizás, por algo mucho más fuerte e intangible, una conexión inédita que se funde en dos cuerpos demasiado distantes.

Llegaste para cambiar todas las malditas preguntas cuando pensaba que tenía las respuestas adecuadas. Quizás fue todo aquello, ese proceso de cambio que dejamos inconcluso, porque la vida a veces se empeña en separar cuerpos cuyas almas permanecen unidas por siempre. Nunca llegué a poder cambiar del todo, estaba demasiado ocupado en brillar, al lado de ese bosque salvaje que se derrama por tus ojos. Te contaré un secreto ahora que nadie me lee, sigo mirando tus fotos muchas noches antes de dormir para poder encontrarte en mis sueños. Sigo escuchando versos de tu boca para dibujarme una sonrisa, incluso cuando se me descuelgan unas lágrimas pensando en un viejo recuerdo, que aún tiene poder para erizarme la piel.

Esa canción, que siempre hablará de ti, aunque ni siquiera nos mencione. Ese recuerdo de tu sonrisa evocando una de las mías, para poder responder. Hoy, leí algo así como me gustas porque cuidas de mí cuando a mí se me olvida. Y se me olvida demasiado, a veces me vuelo el corazón de recuerdos y ahí estás tú, aunque no estés, para salvarme de mi propia vida.  Hace poco menos de un año vi cómo se empañaban en lágrimas tus ojos cuando te contaba algo triste. Esbozaste una sonrisa con las pupilas a punto de desbordarse, y ahí también. Ahí, en ese preciso instante, en mitad de la nada, con un botellín de agua y una cerveza, cuando aún éramos libres, me agarraste el corazón y te quedaste con él.

Temo que para siempre.

Han pasado doce lunas, y sigo sin saber qué haré con todo eso que tenía guardado para ti. Porque aún espero que la vida nos cruce, en otro instante. Y haberme convertido en todo aquello que nunca seré, porque quizás, a tus ojos, a tus manos y a tu alma, yo estaba bien.

Puede que todas esas noches mirando las estrellas, si es que quedaba alguna que se atreviese a brillar tanto como tú, fuesen simplemente el preludio interrumpido de muchas noches más contemplando el cielo. O quizá no.

Seguirán pasando lunas. Y los malditos lunes que se empeñan en perseguir a esos benditos domingos que tanto me hacían sonreír, también llegarán. Y seguirás arraigada a lo más profundo de mi alma. Acostada entre mis costillas, para dolerme cuando respiro y hacerme recordar que cerraste las heridas tras abrirlas y explorarlas.

Y en este silencio ausente, sigo soñando con tus ojos, con como tu pelo se descuelga para poder tapar tu mirada, felina, valiente. Sigo prendado de ese olor, que a veces me asalta y me hace girar la cabeza por si has pasado a mi lado y no me he dado cuenta.

Han pasado doce lunas y más de cincuenta lunes. Y aquí sigues.

Querida nadie, por hoy me despido, aunque no quiera.

Sé que no me leerás, pero ojalá que sí.


M.