A
veces, te miro, y veo que tú a hurtadillas te pierdes entre mis recovecos. A
veces, te miro y ya no me respiras, ni me sientas, ni siquiera me mientes. A
veces, nos perdemos el uno en el otro. A veces, me pierdo y me encuentras. A
veces, no hay nadie que nos separe. A veces, estamos tú y yo. A veces, los dos.
A veces, siento que somos dos peces respirando la misma burbuja de
desesperación.
Me
pasé meses esperando un par de palabras que cambiasen el rumbo de ese barco que
se dirigía al abismo. Llegaron cuando estaba a punto de precipitarme de nuevo,
en ese sinfín de malos días. Me rescató, así, como solo ella sabe. Con una
mirada, con un par de suspiros perdidos en el tiempo, con una sonrisa que mata
las penas. Me abrió sus piernas para ahogar mis problemas, me cerró su espalda,
para no tener que volver a cicatrizarla.
Así.
Como nunca antes. Volví a volver a querer. Me desesperé entre sus brazos, y nos
comimos, casi a lametazos, nuestros ya desdibujados trazos. Nos quisimos hasta
que nos rompimos, nos recompusimos, y volvimos a caer.
Y
así, entre meses, cafés, camas, y más de una noche entre tus piernas, nos
volvimos a perder. Esta vez, ya no nos quisimos ni tan siquiera besar, perder,
ni encontrar.
A
veces, aún me miras. Suspiras. Respiras. Disparas. Apenas me rozas, y caigo, a
veces, para que todo sea como fue antes.
A
veces… te quiero, me pierdo, y desespero.