El
amor está muerto. Sí, yo desde aquí me atrevo a afirmarlo. Y creo que nadie
podrá decirme lo contrario. Hace tiempo que vagaba moribundo entre la gente,
pero ahora, definitivamente a tocado fondo. La verdad, no me importa demasiado,
yo nunca creí en él, y quizás sea eso lo que pasa, que la gente ha dejado de
creer y crear amor.
Ahora
el amor se ha convertido en una brillante utopía que permite a cuatro idiotas
estar en un estado de embriaguez permanente soñando con alguien inalcanzable.
Esos locos, que aún creen, pero que nadie les invita a crear son los que han
mantenido el amor vivo, pero ahora, hasta ellos se han topado con la cruda
realidad.
Y
es que, la vida nos permite jugar, hasta cierto límite, y quizás ahora le gente
juegue demasiado con el amor. Puede que sea porque se considera que dos semanas
es un logro, que soportar a alguien durante toda tu vida es un error, y que
pasar una buena noche, es mejor que tener una buena vida.
Pero
a quién le importa. La sociedad, enferma hasta los huesos ya no cree ni en ella
misma, ¡como para creer en el amor! Yo, la verdad es que nunca creí demasiado
en él. Y sigo sin hacerlo, porque aún no me ha demostrado de lo que es capaz.
Aunque pensándolo bien, no quiero saber qué pasa cuando estás enamorado, porque
prefiero mantener mis pies en el suelo, que andar por las nubes y caer de golpe
de nuevo en este infierno.
Sigan
haciendo lo que más les gusta, controlar todo, no mantener viva la llama, y no
luchar por lo que quieren. Y si encuentran un resquicio de amor por las
esquinas, o una pareja sonriendo, mírenles con odio, pues son los últimos
valientes que crean y creen en el amor. Y ellos, realmente saben lo que es la
felicidad.