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9.1.20

Carta para nadie (o para ti)


Querida (des)conocida: 

Hace un par de días que me hice añicos y aún sigo intentando descubrir cómo poder recomponerme. Te quedaste con piezas de mi alma, he intentado recogerlas todas bajo mi almohada, que guarda mis lágrimas y mis recuerdos, de ti. Pero no logro juntar todas mis piezas, parece que han decidido quedarse en las costuras de tus labios o engarzadas a ese alma tuyo, tan grande y lleno de luz.

Me quitaste el frío de los últimos días de verano, esos en los que yo, rodeado de muerte, encontré calma. Me diste el calor, justo y necesario para arrancar, y me redescubriste que sigo teniendo unas alas, que jamás pensé que serían para volar.

Eres, lo suficientemente alta para tu estatura, y al final es, tu capacidad para creer, crear y emocionar, lo que hace que seas mucho más grande. Y resulta, que en esos centímetros de distancia que nos llevamos, encontramos un punto medio, un instante en el que nada importa, en el que se puede parar todo aquello que nos rodea, porque da igual.

Me pediste que te olvidase, me dijiste que no me preocupase porque sería fácil. Y sí, ojalá te pudiese olvidar. Pero te has quedado a vivir en un rincón de mi cabeza, del que no deseo que salgas. Y lo que es aún más importante, tengo tus ojos clavados en los míos, mis labios recuerdan los tuyos y tengo, pedazos de ti dentro de mi alma. Las manos que atenazan mi estómago, cada vez que paso mis dedos por las letras, son las mismas que me impulsan en tu recuerdo.

Que si no te olvido, es porque ni quiero ni puedo. Que si no te olvido, es porque hay quien aparece por un tiempo y quien para el tiempo por aparecer. Eres de las segundas, de las que entra sin llamar, de las que tiene la capacidad de reconstruir una vida en sólo un segundo y de cerrar heridas hurgando en ellas.

No necesitaste ponerle efectos especiales ni fuegos de artificio, porque tienes la capacidad de crear magia con tus miradas, igual que yo vomito letras por mis manos. Quizás, ahora mismo esto sea el reflejo de tu luz, quizás ni siquiera yo exista.

Me dijiste, no te lo has imaginado. Es, de verdad.

Siempre atento a cada instante, porque caer nos lo tenemos permitido pero debemos recuperar el aliento y, volar.

No te quiero olvidar.

No te puedo olvidar.

No (te deseo) olvidar.

Siempre.




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