Querida (des)conocida:
Hace un par de días que me hice
añicos y aún sigo intentando descubrir cómo poder recomponerme. Te quedaste con
piezas de mi alma, he intentado recogerlas todas bajo mi almohada, que guarda
mis lágrimas y mis recuerdos, de ti. Pero no logro juntar todas mis piezas,
parece que han decidido quedarse en las costuras de tus labios o engarzadas a
ese alma tuyo, tan grande y lleno de luz.
Me quitaste el frío de los últimos días de verano, esos en
los que yo, rodeado de muerte, encontré calma. Me diste el calor, justo y
necesario para arrancar, y me redescubriste que sigo teniendo unas alas, que
jamás pensé que serían para volar.
Eres, lo suficientemente alta para tu estatura, y al final
es, tu capacidad para creer, crear y emocionar, lo que hace que seas mucho más
grande. Y resulta, que en esos centímetros de distancia que nos llevamos,
encontramos un punto medio, un instante en el que nada importa, en el que se
puede parar todo aquello que nos rodea, porque da igual.
Me pediste que te olvidase, me dijiste que no me preocupase
porque sería fácil. Y sí, ojalá te pudiese olvidar. Pero te has quedado a vivir
en un rincón de mi cabeza, del que no deseo que salgas. Y lo que es aún más
importante, tengo tus ojos clavados en los míos, mis labios recuerdan los tuyos
y tengo, pedazos de ti dentro de mi alma. Las manos que atenazan mi estómago,
cada vez que paso mis dedos por las letras, son las mismas que me impulsan en
tu recuerdo.
Que si no te olvido, es porque ni quiero ni puedo. Que si no
te olvido, es porque hay quien aparece por un tiempo y quien para el tiempo por
aparecer. Eres de las segundas, de las que entra sin llamar, de las que tiene
la capacidad de reconstruir una vida en sólo un segundo y de cerrar heridas
hurgando en ellas.
No necesitaste ponerle efectos especiales ni fuegos de
artificio, porque tienes la capacidad de crear magia con tus miradas, igual que
yo vomito letras por mis manos. Quizás, ahora mismo esto sea el reflejo de tu
luz, quizás ni siquiera yo exista.
Me dijiste, no te lo has imaginado. Es, de verdad.
Siempre atento a cada instante, porque caer nos lo tenemos
permitido pero debemos recuperar el aliento y, volar.
No te quiero olvidar.
No te puedo olvidar.
No (te deseo) olvidar.
Siempre.
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