El
silencio se rompió en sus labios, y se tornó en un ruidoso silencio. Sus
palabras, calladas, tristes y llenas, vagaban entre la gente, que con sus
llantos, no hacía más que avivar aquel silencio tan lleno de ruido.
No
son buenos recuerdos, es más, ni sé si lo recuerdo con claridad. Pero esa
sensación de estar sumido en un profundo silencio, como si de un abismo se
tratase, y que ni un gran ruido pudiese elevarte de nuevo hacía la superficie,
eso, si lo recuerdo. Nunca se olvida. Había tanta gente, y toda ella llorando,
bueno, sentía que lloraban al ver sus caras compungidas por el dolor, pero no
era capaz de oírles.
Pasé
entre un puñado de personas, que me paraban, lamentando todo aquello que
pasaba, y yo, tan sólo me dedicaba a asentir levemente, y continuaba mi camino.
Pero
en ese instante apareció ella, como si hubiese sido enviada por ángeles. La
vislumbré allá a lo lejos, como yo, perdida entre la gente. Apenas movió sus
labios, era imperceptible, pero yo fui capaz de oírla. Me susurraba en la
distancia que fuese con ella.
Y
fue entonces donde el silencio se rompió entre sus labios. Desperté de aquel
sueño, en que creí haberla perdido, pero no.
Aún
estaba a mi lado, tumbada sobre la cama, me aferré a ella y se despertó. La
miré temeroso, no quería que se marchase nunca más, y me miró. Me miró y me
llenó de alegría, de vida, de amor. Aquella noche, apenas dormimos después de
eso, pero os puedo jurar… que al menos, nos quisimos.