Ella me miró como si
nada más existiese en el mundo. Con sus ojos marrones, totalmente abiertos,
mientras una sonrisa se iba dibujando poco a poco en su rostro. Tiene una luz
tan brillante, que a pesar de cegarte al principio y de asustar, porque crees
que por acercarte apagarás o atenuarás su luz, es capaz de invadirlo todo. Se
cuela por una rendija y de pronto te hace estallar por dentro, lo pone todo
patas arriba y cambia tu semblante serio por una sonrisa, hasta con su recuerdo
es capaz de dibujar esa felicidad tan absurda, casi propia de niños, pero que
cuando eres adulto es aún mejor.
Y de pronto, te
encuentras inmerso en una felicidad que hace años que eras incapaz de
experimentar, y el estado transitorio se convierte en realidad, en día a día y
en ella. Porque ella es felicidad. Ella, tiene la capacidad de romperme por
completo, reconstruirme desde las cenizas y hacerme resurgir cual ave fénix.
Ella, que cuando pasas por tu sitio maldito te agarra la mano, la aprieta
fuertemente y no dice nada, simplemente espera, a tu lado, por si tienes ganas de
huir, para hacerlo contigo, o si por el contrario lo que quieres es llorar,
prestarte su hombro. Y después, cuando todo pasa, se planta frente a ti, se
pone de puntillas y en un beso de esos largos te susurra, tranquilo, que yo
estaré aquí siempre.
Y me rompo. Me deshago
de esa estúpida coraza que elegí para protegerme de la realidad y me dedico a
ir descubriendo cada milímetro de su cuerpo, con besos lentos, caricias largas
y mordiscos rápidos. Y ella, con paciencia, espera que toda esa estúpida aura de
un tipo sin alma, se disipe, y con esa luz que le hacen ser casa, empieza a
tocar tu corazón, y lo hace latir de nuevo. Como si jamás se hubiese parado,
con una fuerza inesperada en un tipo descorazonado por voluntad propia.
Volver a volver. Creer
de nuevo en una vida, en un sueño y en un todo que se articula sobre uno mismo,
pero con una compañía eviterna. Porque, señoras y señores, seremos eviternos.
Sí, si logramos que un solo lugar sea capaz de recordarnos, y tenga la
capacidad de hacer vibrar a quienes pasen por allí, o simplemente guarden
nuestro recuerdo y nos lo devuelvan a pasar por estas calles, lo seremos.
EVITERNOS. Atemporales.
Simplemente un par de personas que comparten luz, camino y destino.
Y hoy, tras todas estas
ruinas, dejo que su luz salga con mis letras.
“Ella vuela con sus propias alas, pero créanme si les digo que compartimos el vuelo, que hay destino y nos queda mucho camino por recorrer”. M.
"Sincericidio" - Leiva