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28.4.13

Aquellos ojos...

Tengo miedo. Hace días que no la veo, y ya no lo soporto más. La necesito. Ella lo es todo para mí, pero ya no hay vuelta atrás, he de dejarla marchar. Fue bonito mientras duró. Su sonrisa me hacía sentir el mejor del mundo, ver como sus pequeños dientes blancos brillaban solo para mi cada mañana me hacían sentir feliz. Y ver como abría los ojos cada mañana, verla despertar, eso es lo mejor del mundo, despertaba y me miraba, sus ojos negros ya estaban llenos de energía desde por la mañana. Aquellos ojos, tenían su propia historia, tenían toda nuestra historia. Un brillo en ellos, recuerda el comienzo, y hace pocos días, una lagrima selló nuestro final.

No te vayas.


Rozó su cara con sus dedos, estaba helada y sonrojada. No podía dejar de mirarla ni podía parar de pensar en que aquella podía ser la última vez que la viese. Sus ojos, azules, enormes, llenos de historias, risas y llantos. Perfectos. Su sonrisa, su tristeza, todo en ella era magnífico. Volvió a acariciar su cara, secó una de sus lágrimas y robó un beso, solamente uno, el primero, el último, el único, el mejor.

Ella le mordió el labio, apretó fuerte, no quería dejarle ir. Aquel beso se alargó en el tiempo, todo parecía haberse detenido, pero no. Llegó el final, el adiós. Él cogió su maletín y su americana, la puso sobre su hombro y se alejó por la calle, caminando. 

Música y recuerdos...


Allí estaba, tirada sobre la cama. Llevaba unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes. Tenía el teléfono al lado, con los auriculares conectados, sonaba una canción, bastante triste, pero cargada de recuerdos para ella. Sus manos descansaban sobre su tripa, tenía las piernas recogidas. Miraba al techo, o a ninguna parte, sus ojos, estaban abiertos todo lo posible, eran azules, un azul intenso, eran unos de esos ojos a los que te podías pasar mirando todo el día, todo un verano, toda una vida. Nunca te cansarías de vivir sus recuerdos a través de sus ojos.

 Esbozó una sonrisa, llegó su frase favorita de la canción, le recordaba a él. Sus dientes eran muy blancos, casi se les podía ver en la oscuridad, sus labios finos y su nariz pequeña. Su pelo era largo y moreno, en estos instantes ocupaba casi toda la almohada, le encantaba perder así el tiempo, disfrutar de la música y el silencio.

Se quedó dormida, pensando en él, en aquel que un día le hizo perder la cabeza un par de besos después de conocerse. Soñó con un chico, alto, moreno, con los ojos negros, y el pelo corto. Él bien peinado, vestía una camisa blanca, unos pantalones negros y unos zapatos, unas gafas de sol, no dejaban ver sus ojos, una pena. Llevaba barba, no muy larga, pero si cuidada.

Él, se acercaba a ella por detrás. Con la palma de su mano recorría su espalda de abajo arriba, terminando en sus hombros, por donde dejaba que sus dedos paseasen, hasta encontrar su pelo. Lo retiraba con cautela y dulzura, besaba su cuello y la llevaba a otro mundo. 

En ese momento despertó, aquel chico, su chico, es el que la ve despertar cada mañana, el que por las noches duerme junto a ella…

Ojos Verdes

La cogió de la cintura, la apretó contra su torso y la besó. El corazón le latía a mil por hora, estaba tremendamente nervioso, pero deseaba tanto aquel beso… La deseaba tanto a ella. 
La chica, su chica, era morena, con el pelo largo y liso, y sus ojos eran verdes, más verdes que cualquier otro que hubiera visto antes, eran intensos, profundos… 
Nunca se había atrevido a acercarse a ella, pero aquel instante, bien merecía un tortazo por su parte ante aquel acto loco, valiente y desesperado. 

19.4.13

Tan solo tres pasos...



Tengo cáncer. Sí, suena duro decirlo,pero es aún más duro, que la persona más importante de tu vida, no tenga ni la más remota idea de que tu final está cerca, más cerca de lo que imaginas. Puede que pasen días, semanas o meses, pero pronto acabará todo, ya no hay más remedio, no hay solución. Mientras escribo esto, oigo su risa, no para de reír, está viendo una película.


Creo que esto, hoy, termina aquí. Ella ya se está acercando, no puede saber nada de esto, lo descubrirá cuando ya sea inevitable. No puedo hacer que cargue con mi cruz, no puede dejar de vivir por mí.


La conocí cuando apenas teníamos quince años, desde entonces siempre hemos estado juntos. Me complementa, me mejora. Es única. Siempre me hace reír, y... que queréis que os diga, despertarse cada mañana a su lado es un regalo. Pienso, que ya he recibido muchas cosas en esta vida, por eso ahora, no tengo miedo.

Es posiblemente nuestra última noche, quiero que sea algo especial, bueno, con ella siempre es especial. Mientras cenamos, se mancha la barbilla con la salsa, yo como un buen chico, me ofrezco a limpiarlo, y me quedo embobado, con mi mano sobre su cara, los ojos como platos. Es tan perfecta, sus ojos tienen tanta vida... creo que en parte eso me ha hecho luchar, siempre ha tenido esa fuerza y lo más importante, la ha compartido conmigo.

Le propongo ir al dormitorio, quiero dormir mi última noche, mis últimas horas, a su lado. Pronto se duerme. Paso unas cuatro horas observando cómo respiraba acompasadamente, viendo como sus anhelos se hacían realidad en sus sueños. Era sin duda, lo mejor de mi vida. Me levanté. Coloqué su pelo tras su oreja, le di un beso en la mejilla, la miré por última vez, mientras una lágrima recorría mi mejilla al cerrar la puerta de la habitación.

Cogí un abrigo y salí a pasear, quería oler la ciudad una vez antes de despedirme para siempre. Luego me senté en un parque y escribí, lloré, escribí y volví a llorar. A continuación volví a casa y me acosté junto a ella no sin antes esconder mi escrito dentro de su diario que guardaba en la mesita de noche. Al día siguiente empezaba el principio del fin.

Me han dado tres meses, sólo tres meses. Y acaba de empezar la cuenta atrás, apenas tengo esperanzas, y una es ella. Noto que mi vida se apaga, gota a gota, segundo a segundo. Pero ella sigue ahí, no es capaz de despegarse de mi lado. La quiero más de lo que quiero admitir y es por eso que le pido que haga su vida, que disfrute. Pero no me escucha, simplemente se cierra en banda.

De repente, un pitido alerta a la planta de enfermeras. Todo el mundo se mueve como movidos por una canción muda, simplemente un segundo y todo cambia. Deciden hacerme pruebas, las cosas no van bien. Llevo tan solo dos sesiones de quimioterapia, aunque no me sirve de nada, quizás el final ya está muy cerca, más de lo que espero.

Una luz, una simple luz. Lo siento, y necesito aferrar su mano. Saber que ella siente que estoy consciente y que me quiero despedir. Todo fue muy rápido y muy tranquilo, más de lo que me esperaba. Y, antes de que darme cuenta, todo ha pasado. Pero me fui sonriendo, estoy feliz porque el mundo me había dejado disfrutar unos años de una de las personas más maravillosas  del mundo.

Ya había pasado todo, por fin regresaba a casa. Necesitaba depositar todas aquellas emociones en algún sitio, su diario. Lo abrió y allí, había un sobre, dentro de él, unos papeles cuidadosamente doblados. Eran de él, explicaba todo, ahora entendía tantas cosas que habían pasado estos meses. La última de sus frases le hizo esbozar una sonrisa, rezaba así: “Tú, y nada más, tú y todo lo demás. Has sido mi mundo, disfruta. Te quiero”

Estrechó entre sus brazos aquellos papeles, eran su esencia, no podía dejar de llorar, sobre la cama, sobre aquella cama...



14.4.13

Ella


Y es que, cada vez que ella se iba de su lado, sentía que un pedazo del mundo, de su mundo, desaparecía. Se sumía en la oscuridad. Por eso odiaba que ella se marchase.

La conocía desde que ambos eran unos niños. Se separaron al ir a la universidad, pero el destino decidió juntarles de nuevo. Una tarde, en el metro. Se cruzaron, se reconocieron por supuesto y decidieron tomar algo. Desde aquel día, hacía ya tres años, nunca habían estado separados más de unos días.
Esta vez, era un mes, un largo mes. Sin comunicarse, sin verse, sin oír la voz del otro. Ella se iba por trabajo.

Aquella mañana, él la llevó hasta el aeropuerto y espero con ella hasta que tuvo que enfilar el pasillo que le dirigía hacía aquel avión que les separaría. Antes de irse, ella le abrazó. Él también, no quería dejarla escapar. Se dieron un beso y ella desapareció entre la multitud…

Fue un duro mes, pero él estuvo ocupado, su trabajo y los amigos llenaban el vacío que ella había dejado temporalmente.

Se fue a dormir, quedaban 16 horas para que ella llegase de su viaje. Apenas pudo dormir cinco o seis horas, estaba nervioso. Iba a volver a ver a la mujer de su vida. Ella era la razón y la clave de todo lo que le había sucedido en los últimos años.

Era la hora, faltaban apenas 40 minutos para que aterrizase, se montó en su coche y condujo hasta el aeropuerto. Y allí estaba, esperando, nervioso, ansioso, con un ramo de rosas rojas a que ella eclipsase al resto del mundo cuando apareciese por aquella puerta.

De pronto, apareció. Estaba radiante, con el pelo suelto y con sus ojos azules, envueltos en lágrimas.

Deseaba ver a aquel chico que esperaba con un ramo de flores. Se acercó corriendo, soltó la maleta y perdió el bolso y la chaqueta por el camino, eso no importaba ahora… Se fundieron en un interminable abrazo, y él, la besó. Ella mordió su labio y se perdió en su pelo y en aquel olor que tanto añoraba.

Montaron en el coche y pronto llegaron a su casa. Él se apresuró a bajar del automóvil, le abrió la puerta y ayudo a que ella saliese. Cerró la puerta y cogió en brazos a aquella chica. Abrió la puerta como pudo, estaba nervioso y ansioso. La subió en brazos hasta la primera planta, allí, se dirigió hacia su habitación. La soltó cuidadosamente sobre la cama, y la fue quitando su ropa poco a poco.

Susurró a su oído mientras desabrochaba su camisa, le dijo que ella era su mundo, que no la cambiaría por nada. Besó su cuello, y fue deslizando sus dedos por aquella suave piel, pasando por todo su torso. Ella, se incorporó levemente, le acercó y le besó. Él, se tumbó junto a ella, puso su dedo índice en sus labios y no le permitió besarle, esta vez, sería él.

Antes del beso, le dijo que no quería volverse a separar de ella nunca más, que sin ella a su lado sentía que le faltaba un pedazo de su mundo, un pedazo de sí mismo incluso.

Retiro el dedo índice de sus labios, puso su mano derecha en la nuca de ella, perdida entre su pelo, su mano izquierda, rozaba aquella piel desnuda, se perdió en aquel cuerpo, disfrutando de su libertad, entonces… acercó su cara, sus labios, sus ojos…su alma.

La besó, como si eso fuese lo último que iba a hacer en su vida, ella hizo lo mismo. Se sintieron uno.


6.4.13


Salió del trabajo. Ya era casi de noche. Caminó durante diez minutos hasta aquel céntrico piso que compartía con su novio. Subió las escaleras y abrió aquella puerta de madera que daba entrada a su casa. Estaban todas las luces apagadas, una velas, marcaban el camino hasta la puerta de su habitación, decidió seguirlas. Cuando llegó a la puerta, había un sobre pegado en ella, lo cogió y lo abrió. Dentro del sobre, había una nota que decía lo siguiente:

“Tú. Solo tú, eres mi día y mi noche, mi  futuro y mi destino. Tú, eres la luz de mi camino. Te amo.”

Tras leer la nota, tiró el sobre y guardo la nota en su bolsillo, decidió que la acompañaría para siempre. Puso la mano en el pomo de la puerta y la abrió lentamente. Allí estaba él, esperando. Había preparado la cena, y la había servido en la habitación. Le recogió su abrigo, lo guardó y retiro un poco la silla para que ella se sentase. En ese instante, ella iba a besarlo, él puso su dedo índice frente a sus labios y le dijo que no, aún no.

Cenaron. Mientras el recogía, ella se disponía a ir a la cama, tras quitar uno de los cojines, vio una pequeña caja. La cajita, contenía un papel que ponía: “Si quieres, quiero”. Ella totalmente emocionada, se dispuso a salir de la habitación y justo tras la puerta, se encontraba él. Estaba de rodillas, con una cajita con un anillo en la mano. Se quedó perpleja. Le preguntó que si quería casarse con él. Ella no respondió. Le cogió la mano, le ayudo a levantarse del suelo y le besó.

Aquel beso, sello su eterno amor.

4.4.13

Reflejos de Felicidad


Aquella noche primaveral llovía, las flores comenzaban a florecer y él deambulaba por la ciudad. Era un tipo alto, con el pelo castaño y ligeramente largo, siempre iba despeinado, le daba un aire despreocupado. Sus ojos eran verdes y grandes, llenos de expresión.  Era bastante delgado y siempre desprendía una fragancia embriagadora, todas las que pasaban cerca de su persona, disfrutaban con aquel olor y se quedaban mirando a aquel chico, que parecía estar siempre en su mundo. Vestía siempre con pantalones negros, zapatos sin cordones y camisa, con los dos primeros botones desabrochados dejando que se viese parte de su torso.

De pronto, mientras caminaba por la calle, se paró frente a un escaparate de una tienda de ropa, no solía hacerlo pero el maniquí le hizo bastante gracia, la posición que le habían hecho adoptar le resultó bastante cómica. Mientras estaba allí parada observando todo aquello, vio un reflejo en el cristal. Era una chica. No se volvió a mirar, pues pensaba que tan solo era fruto de su imaginación. La chica que vio era, un poco más pequeña que él, tenía los ojos azules, parecían haber sido pintados con un rotulador. Su pelo era castaño y largo. Llevaba un vestido y una chaqueta de punto que apenas le resguardaba de la fina lluvia que caía sobre la ciudad.

Ella, se quedó parada frente aquel escaparate viendo un precioso vestido, el olor de aquel chico la dejó inmóvil durante unos segundos, le transportó a otro lugar.

Él, decidió volverse, pero ella ya se había ido. Veía como se alejaba, pero decidió ir tras ella. No sabía que iba a decir, pero… no podía dejar pasar aquella oportunidad.

Fue tras ella, como se había propuesto. La alcanzó rápidamente, y tocó su espalda por detrás, ella, se volvió sorprendida. Él tartamudeó, no sabía que decir, ella, le tendió la mano. Tomó su mano y caminaron, comenzaron a hablar, y al llegar a un portal, ella se despidió. Él le dio un abrazo, ella se perdió de nuevo en aquel olor, le separó un poco de su cuerpo y le besó. Colocó su mano derecha en aquel pelo alborotado, él, la acercó, puso una de sus manos en la cadera de ella, la otra estaba cerca de su cuello.  Terminó aquel beso y ella no quería desprenderse jamás de aquel olor que hacía que se sintiese tan bien,  él no podía dejar de mirar aquellos ojos. Quería perderse para siempre en ellos…