Seguidores

20.7.14

9. Veinte. L.

Veinte. Hace no demasiado tiempo estábamos allí, exactamente donde estamos ahora. Perdidos en un mes anodino lleno de ese no saber qué, que siempre tuvo Julio. El no saber qué iba a hacer marcó los primeros meses, y no saber cómo iba a ser estar aquí, sin ti, me dejo helado para siempre. Quizás una llamada de atención nos hubiese evitado el punto final que al menos merecía un par de puntos suspensivos más.

Nueve. Ni más, y por supuesto mucho menos de lo que queda. Con el vuelo de una pluma pasaron los años, y aunque apenas recuerdas el daño, cada veinte duele, y cada año lo hace peor, porque es lo que tiene esto de ganar y perder, que uno nunca sabe en qué momento todo, por suerte, va a terminar.

Quizá la triste esperanza a la que te puedes aferrar y crees que te reconfortará, es que cuando llego el final, no había ido del todo mal. Pero sabes que ya está, no hay más, ni allá, ni a este otro lado. El final no es sólo aquí, también allá. Muchas veces nos han hablado de lo que hay después, pero yo sólo reconozco lo que hay antes, y ya, no es igual de bueno. Esa carencia, alternante, nómada, constante, estereotipada y real, que no me permitió disfrutar y te arrancó con sus frías garras de este mundo, es lo que más odio.

Y así cuando ves el último quejido. La última despedida que tú no considerabas tal, pero él, sin poderlo decir, lo vio llegar. Apretó mi mano como no lo había hecho nunca meses atrás, y en un resquicio de realidad en el que nos encontramos los dos, me dijo adiós. Puede que fuese un instante que nos concedió la vida para despedirnos en paz, y lo aprovechamos, al máximo, como hicimos con cada instante.

Nos acabamos yendo con esa sensación agridulce, de un sí que a las horas terminó convirtiéndose en un no. Un telefonazo frío en un cálido día le puso el punto y final a la historia, que se quedó en un cuento al que arrancaron las últimas páginas. Y así estoy yo, intentando reescribirlas, aunque sé que es imposible que las pueda añadir a nuestra historia. Se terminó. Se convirtió en un hasta pronto, porque sé que volveremos, aunque nunca me has abandonado.

Anoche ella me revelaba una nueva historia, me hizo vislumbrar un final que no había acabado. Y aunque más de una vez estuvo a punto de hacerme derramar un par de lágrimas, acabo por encontrar entre sus manos una sonrisa para mis labios.


9. Veinte. L. 

14.7.14

¿Qué esperar cuando ya no queda nada?

Cuando ya has perdido todo, tu vida, la risa, la pausa y hasta la sonrisa. Ese momento en el que ella ya se fue y tú apenas estás. Quizás, cuando ya has vivido un final vivir el propio resulte más simple. Pero supongo que no será una tarea fácil ver cómo tú mismo te diluyes en quien has sido y te vas apagando, poco a poco, hasta quedar en ese silencio que no dice nada cuando aún está todo por decir.

No sé qué es lo que uno puede hacer para prepararse, pero puede que no tener miedo y ser paciente sea la mejor medicina para afrontar el final. La paciencia, esa virtud tan escasa que debería venderse en píldoras para poder tomarlas cuando fuese necesario. Y el miedo, siempre he oído decir que es libre y cada uno carga con lo que puede, pero no creo que sea necesario llevar al extremo esta carga, hay que elegir y seleccionar con cuidado los miedos, aunque no es una tarea fácil.

Y cuando realmente no queda nada, y las habitaciones van gastando sus últimas bombillas, nos refugiamos en ese lugar especial que tanto nos apasiona. Ese en el que aunque tan sólo una tenue luz alumbre la estancia, reconocemos a la perfección cada rincón. Y allí, disfrutamos esperando.

Se acabó. Siempre termina, todo, de una forma u otra acaba tocando a su fin. Y ese instante es el que nos permite volver a volver, creer, crear, comprender, y afrontar lo que llegará. Puede que haya que saborear el más profundo dolor que nos inunda en esos instantes para poder morder y obtener energías de donde tan sólo quedaban esperanzas rotas y recuerdos.

Así. Tocando el final del final, empieza el principio del fin. Allí. Donde el miedo nos atenazo profundamente, resurgiremos cual Ave Fénix, en busca de la nueva aventura y la próxima figura.

El final. Temedlo. Aguardadlo. Y cuando llegue… Disfrutadlo.

Hoy. Ayer. Ya ni sé cuándo, ella se fue, volverá y ya no será igual, pero seguiremos luchando. Ganar o perder no tiene importancia si has luchado hasta el final.

Así. Allí. Para ella. Para nadie. Para quien queda… y quiera.


7.7.14

Momentos sostenidos

Últimamente no encuentro motivos para no olvidarme de olvidarte. Supongo que la distancia marca el camino, abre el destino así su puerta en la que ni tu ni yo, entraremos. Puede que tan sólo sea la señal inequívoca de esa incompleta realidad que nos ocupa cuando, solos tú y yo, nos miramos a los ojos sin complejos ni engaños. En ese instante en el que los dos dejamos de ser nosotros para ser ellos.

El estado sostenido de anhelada felicidad que me inunda cuando me dices te necesito, se llega a hundir cuando me miras para decir por fin, que hasta aquí llegó la aventura de no querer ser más que el que tú no querías querer.

Y es que su risa, su pausa con prisas, las sonrisas distantes, las distancias amargas y los vuelos de sus faldas, me hacían darle la razón al corazón cuando decía que esto no era más que amor. Echando de menos acabe soportando de más. Cuando ya no puedes caminar, tienes que parar un instante, sentarte a reflexionar, cerrar los ojos y pensar.

Pero si cierro mis ojos, solo la veo a ella. Esa que quiero querer olvidar, esa que, aunque no se me olvida se perfila ante mis ojos, esperando para morir matando entre sus labios, sus brazos y sus piernas.

Así es como se reconstruye una historia que nunca comenzó, porque amor, esto sólo lo vemos tú y yo. Nos perderemos en mil batallas entre tu espalda, nos reconciliaremos en los brazos de Morfeo que sin querer, mecemos los dos en sueños. Empaparemos las sábanas de la cama en lágrimas, risas y amor. Y sí, cuando solo quedemos tú y yo. Entonces. Seremos tan solo los dos.



3.7.14

Algunos de esos...

“Felicidad. Nueve letras llenas de nada que lo encierran todo”

Sé que hay diversas concepciones acerca de la felicidad, y la mía no es ni mucho menos la más adecuada. Generalmente me dedico a vivir en gris, a descubrir la mediocridad pasando de puntillas por todos los lugares a los que voy. Y que les voy a decir, no va nada mal, no apareces en ningún lado y tu persona es tan volátil como una partícula de polvo. Cada uno elige su camino, supongo.

Hay quien es feliz viendo a su pareja tan sólo los fines de semana, o incluso hablando con quien más quiere por whatsapp durante menos de diez minutos. Creo que tampoco soy de esos. Además de ser un tipo (más adelante les hablaré de esto) bastante solitario, no creo que deba fijar mi estabilidad en una sola pieza, como hacen algunos, me atrevería a decir de muchos e incluso demasiados. Es algo así como jugarse a una sola carta todo lo que tienes, y si sale bien será perfecto. Pero si sale mal (y casi siempre es así), perderás años, meses, o en estos tiempos fugaces puede que con un poco de suerte tan sólo un par de semanas de tu, digamos que, maravillosa y trepidante vida.

Definitivamente no soy de esos de antes. Hay otros que encuentran la felicidad en las pequeñas cosas, un pequeño trabajo, una pareja de la que no se deshacen ni con agua caliente aunque le esté haciendo daño y no le permita avanzar, vivir en una pequeña ciudad y no querer abandonarla… Les admiro. La verdad es que a pesar de ser el tipo más gris que puede que conozcan, tengo anhelos de algo mejor, así que no, estos tampoco me sirven.

Y luego están esos otros que siempre quieren más, que juegan todo a varias cartas, sin mezclar, corriendo riesgos seguros, jugando sin querer en esta vida que es todo azar. Me uniré a ellos, porque últimamente las cartas que tengo son todos ases, y ellas convierten la aventura en una simple excursión. Algo más, jamás dejan que me siente en una de esas piedrecitas que adornan el camino y eso es algo que hay que agradecer. Parar y retroceder no está permitido, avanzar es lo único que importa.

Por último, aparecen esos tipos (sí, esos que son un poco desalmados, que viven de los demás), que tan sólo viven de la felicidad ajena, de la que rompen, no de la que provocan.

Cada cuál elige su tipo, y yo, que soy un tipo cualquiera, les digo que lo importante no es el camino, sino la compañía. No es el día sino el momento. No es estar acompañado, es tener buena compañía. Y les digo que yo… (Añadan el final que más les guste porque son ustedes quienes deciden lo que tienen).