Veinte.
Hace no demasiado tiempo estábamos allí, exactamente donde estamos ahora.
Perdidos en un mes anodino lleno de ese no saber qué, que siempre tuvo Julio. El
no saber qué iba a hacer marcó los primeros meses, y no saber cómo iba a ser
estar aquí, sin ti, me dejo helado para siempre. Quizás una llamada de atención
nos hubiese evitado el punto final que al menos merecía un par de puntos
suspensivos más.
Nueve.
Ni más, y por supuesto mucho menos de lo que queda. Con el vuelo de una pluma
pasaron los años, y aunque apenas recuerdas el daño, cada veinte duele, y cada
año lo hace peor, porque es lo que tiene esto de ganar y perder, que uno nunca
sabe en qué momento todo, por suerte, va a terminar.
Quizá
la triste esperanza a la que te puedes aferrar y crees que te reconfortará, es
que cuando llego el final, no había ido del todo mal. Pero sabes que ya está,
no hay más, ni allá, ni a este otro lado. El final no es sólo aquí, también
allá. Muchas veces nos han hablado de lo que hay después, pero yo sólo
reconozco lo que hay antes, y ya, no es igual de bueno. Esa carencia,
alternante, nómada, constante, estereotipada y real, que no me permitió
disfrutar y te arrancó con sus frías garras de este mundo, es lo que más odio.
Y
así cuando ves el último quejido. La última despedida que tú no considerabas
tal, pero él, sin poderlo decir, lo vio llegar. Apretó mi mano como no lo había
hecho nunca meses atrás, y en un resquicio de realidad en el que nos
encontramos los dos, me dijo adiós. Puede que fuese un instante que nos
concedió la vida para despedirnos en paz, y lo aprovechamos, al máximo, como
hicimos con cada instante.
Nos
acabamos yendo con esa sensación agridulce, de un sí que a las horas terminó
convirtiéndose en un no. Un telefonazo frío en un cálido día le puso el punto y
final a la historia, que se quedó en un cuento al que arrancaron las últimas
páginas. Y así estoy yo, intentando reescribirlas, aunque sé que es imposible
que las pueda añadir a nuestra historia. Se terminó. Se convirtió en un hasta
pronto, porque sé que volveremos, aunque nunca me has abandonado.
Anoche
ella me revelaba una nueva historia, me hizo vislumbrar un final que no había
acabado. Y aunque más de una vez estuvo a punto de hacerme derramar un par de
lágrimas, acabo por encontrar entre sus manos una sonrisa para mis labios.
9.
Veinte. L.