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23.1.20

Nadie. O solamente tú.

Querida, nadie:


Te escribo porque no estás, con el fin, de que en algún momento, dejes atrás tus miedos, o lo que te aferre a desaparecer y vuelvas. Te escribo, porque no puedo escribirte, pero no dejo de pensarte, de soñarte y de verte, una y otra vez. Parece una tarea sencilla, quizás, el hecho de centrarme en desaparecer, yo también, me esté resultando arduo, y no lo estoy consiguiendo. Tratar de alejarme, simplemente me acerca más y más. Llevo una semana seguida soñándote, cada noche, al cerrar los ojos, apareces. Así que… si no te importa, vuelve. Prefiero ver tus ojos, mirándote los lunares, que al echar el telón a los míos.

Quizás, sea la carta más difícil que he escrito para nadie. Nadie, en quien no dejo de pensar, quería decir. La tarea no es sencilla, ¿sabes? Tengo en las palmas de mis manos, los recuerdos de las tuyas. 

Dibujo tus lunares en los rostros de la gente, por ver si de casualidad encuentro un parecido, y puedo, hacer como que te veo sin cerrar los ojos. Pero eso tampoco funciona, a nadie le encaja esa constelación tuya como a ti. Nadie.

Me he encontrado con los pies al borde del  abismo, no te preocupes, no es la primera vez. No sé si caeré o volaré. Ojalá aparezcas, y en lugar de dejarme caer, vueles conmigo, o al menos, que estés ahí abajo, para recoger los pedazos. Aprovecho, para decirte, que los trozos que te dejaste aquí olvidados, siguen a buen recaudo, para cuando quieras volver a por ellos. Aunque no prometo devolverlos, me gustaría quedarme con alguno más, por eso de ir coleccionando las espinas de una rosa que a pesar de su belleza no deja de pinchar.

Los míos, te los puedes quedar, supongo que están demasiado afilados como para recogerlos. Un cristal de ser tan pisado, termina por desaparecer. Aunque nunca deja de cortar si se te clava. Espero no ser así, si quieres, podríamos unir los trozos. Algo así como un puzle por montar, seguro que nos faltan piezas, pero se pueden construir. Nadie, dijo que tenga que encajar absolutamente, todo.

Tengo un plan, empieza y acaba por ti y contigo. Supongo que es una conquista mundial, podría ser una victoria al risk, simplemente hay que tratar de acercar posiciones, sin perder demasiadas piezas por el camino. Ya dice, Zahara, “mi maléfico plan de conquista del mundo comienza por ti”. Y tiene razón, no necesito conquistar más mundo que ese que brilla bajo tus ojos y tus constelaciones.
Nadie. Tengo tus ojos verdes clavados. Deja que los recuerde una y otra vez.

Pienso conquistar el mundo. 

Aquí, nos quedamos sin banderas blancas.

"Su cabeza valiente, atisba el precipicio, niega todo, decide dejarse caer, respira, y... ante tal belleza, con la ciudad a sus pies... vuela. Ella es rubia como la cerveza".


M.


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