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17.1.20

Muerto, de sueños


Mejor sentir que estar muerto. Es una filosofía de vida bastante interesante, quizás muchos preferirían no sentir nada, estar muertos en vida, antes que dejar que su corazón empezase a latir por alguien, o que se le rompiese el alma con una muerte o una despedida. A veces, realmente, desearía estar muerto. Desaparecer de la faz de la tierra sin dejar rastro, sin que mi huella quede marcada en nadie, en ningún lugar. 

Quizás, ese es el anhelo de quien sabe que allá donde ha pisado, ha creado un recuerdo, a veces imborrable. Realmente, cómo puedes evitar que tu cabeza piense en alguien que no debe estar, o que físicamente no está. Es algo complicado, por eso estar muerto, en ocasiones, a pesar de seguir respirando, supongo que puede ser una idea terriblemente buena.

Tener sentimientos implica que uno está vivo, que es capaz de percibir las cosas y que es consciente de que el mundo, al contrario de lo que muchos piensan, no gira en torno a nosotros, sino que somos nosotros los que tenemos la capacidad para parar el puto mundo, coger aliento e impulso y hacer que gire. Tener sentimientos es humano, y en ocasiones deleznable. Es burdo el hecho de amar sin ser correspondido, o de dañar sin tener la intención de hacerlo. En este mismo instante, podría contener la respiración, podría dejar de respirar durante un minuto, y aquí dentro, en esta maquinaria incansable que, por el momento, se dedica a bombear sangre incesantemente, sabría que no estoy muerto por dentro. Aún no.

Es jodidamente contradictorio, pero ese irrefrenable deseo de desaparecer, queda contrarrestado con las ganas. Supongo que, el hecho de querer comerme el mundo, empezando por una constelación, y terminando en una jodida estrella en la otra punta del sistema solar, es lo que hacen que aún, a pesar de todo, cada día me despierte y diga, y por qué no.

Vivir es morir un poco. Vivir, es acercarse peligrosamente a esa línea de meta en el que la parca nos espera, irremediablemente, a todos. Da igual con la premura que tomes la carrera, o lo perfeccionista que seas, llegarás a la meta y será el final. Pero mientras tanto, mientras el viaje prosigue, respira, siente, coño, siente y vive. Porque al final de todo, cuando sepas que ha llegado el momento, cuando sepas que te vas a ir, porque tengo constancia de que algunos tienen la suerte de conocer el momento, piensa que ha merecido la pena, que ha sido un viaje largo pero jodidamente bonito.

Si me fuese hoy, si no llegase nadie a leer esto, estoy seguro de que les gustaría saber que me he ido con unas constelaciones en la cabeza que me vuelven loco, con unos ojos enganchados a mis pupilas y con las ganas, intactas.

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