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27.1.20

Anarquía e(S)meralda


Una de sus miradas, es una tormenta perfecta. Ella, anárquicamente imperfecta, se resuelve en la vida como alguien que quiere ser quien es. Tiene magia y esa luz propia de quien hace de faro y guía. Ella, que es capaz de romper el silencio sin palabras y descubrir, a unos ojos marrones, rodeados de pecas, que mirar unos ojos puede ser un jodido orgasmo.

Tiene la rara capacidad de romper en pedazos la historia, de besar con el alma. De cortar la respiración, de volverse loca en un instante y por supuesto de ser ella. Ella, la única que es capaz de descubrirse por completo sin quitarse la ropa, de romper en pedazos sin ni siquiera rozarte. Ella, que no besa, sana. Ella que no quiere, ama. Ella, que tiene los ojos color esmeralda y una constelación del pecho a la espalda. Que tiene, en esa arquetípica imperfección un montón de armas, palabras como balas que no matan, sino que sangran, que rompen dentro de cualquiera y te llenan, de una magia inexplicable, que por mucho que te duela en el momento, ella, cura.

Si te mira, te dispara. Si te alcanza, date por jodido, porque sus disparos son certeros, justo al centro del pecho. Al cuadro de mandos, a la base neurálgica del puto amor, joder. Ella, no falla, aunque la vida le ha fallado más veces de las que se atreve a contar. Nunca mata, te deja malherido, para que sientas ese profundo dolor que ha vivido, pero ella no te hace sufrir, ella, se encarga de limpiar esas heridas tras haber hurgado en ellas y haber llegado hasta tus huesos. Ella limpia, cuida, salva y guarda. Ella, que es capaz de hacer que de sus ojos broten lágrimas, y culminarlas con una sonrisa, que a ti te destroza, no sólo por la belleza, sino porque sabes, que ahora no llevas toda esa mierda solo. Tiene el poder de ser faro, camino y destino. Y el viaje, dios, ese puto viaje, qué largo se hace, tiene como destino unos labios, carnosos, hermosos, que rompen una tez perfecta con una imperfecta compostura. Ella, que hace pucheros, y besa lento. Tiene esos maravillosos labios cosidos al alma, igual que sus ojos, y qué les digo, que cuando besa, no lo hace sólo con los labios, sino con su mirada, con su alma.

A mí no me hace falta saber nada más que mi tren va directo a su pecho, a estrellarme contra su garganta, esa que profiere notas que me rasgan el alma. Ella es camino y destino. Ella es, al fin y al cabo, casa. Porque una vida sin alguien que es casa, no lo es. Porque a quien te acercas y sientes paz, con alguien que puedes llorar de rabia y dolor, morir de risa. A quien acaricias y miras, y no puedes dejar de hacerlo. A quien imaginas a tu lado, cada vez que miras el jodido asiento del copiloto… no puede ser otra persona. Ella es casa y tiene luz.

Joder, que si tiene luz. Quizás sea por ser rubia como la cerveza, o porque deja, que su reflejo, salga a través de mis palabras, para que todos vean como brilla.

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