Me he roto mil veces
delante de una página en blanco. Creo, de hecho, que es el método más efectivo
que conozco para no querer dormirme y no volver a despertar. Escribir(te), me
recuerda que por mucho que no tengamos fotos, tenemos recuerdos, de esos que el
puto Facebook, o Instagram, no nos dirán dentro de cuatro o cinco años dónde
estábamos un domingo o un miércoles de madrugada.
Quizás, lo que me recuerde es
que hace x, estaba jodido. O quizás, me recuerden que hace x que te cruzaste en
mi vida y que con esas alas que me recordaste que tenía, peleé, y lo conseguí.
O quizás nunca llegue a ver esos recuerdos.
Siempre que empiezo a
vomitar palabras delante de mi ordenador, empiezo a recordar instantes,
segundos, momentos que me recuerdan que todo lo que he vivido merece la pena.
Quién no se ha jodido la vida un día de madrugada y ha pensado que era el puto
fin del mundo. Quién no ha descubierto, en lo que consideraba un error, un
acierto que le ha hecho creer y crear algo nuevo.
Nunca sabemos cómo llegará a nosotros
la mejor oportunidad de nuestra vida.
Te conocí, por dos
palabras y unos ojos que quería ver más a menudo. Encontré un camino nuevo en
un lugar que me traía recuerdos malos y que a pesar de las ganas, no quería que
continuase en mi vida. Encontré, nuevas formas de hacerme daño, desde un lugar
que para mí era sagrado, y desde que me fui, sonrío más. Pero no debo engañar a
nadie, rompí con toda mi vida porque me comía el miedo, porque sentía que me
estaba arrastrando a un fango del que no sería capaz de salir.
Morir en el intento.
Siempre me pareció mejor opción que ponerme a llorar por las esquinas. Amo el
puto fango, ese en el que estás metido hasta las rodillas, que apenas te deja
moverte y que cuando lo hace, simplemente te atrapa más. Nunca aprendí a
dibujar, ni a cantar, y resulta que tu voz, con tus canciones retumba en mis
oídos. Simplemente, desde ese fango, me dedicaba a deslizar mis dedos por un
teclado que vaciaba mi cabeza.
Tengo el estómago
encogido, el alma en vilo y las ganas a flor de piel. Porque tú me miraste, y
no fuiste como una más de cientos que han clavado en mí sus ojos. Y me di
cuenta, que hay muchas cosas que por lejos que estén pueden acabar muy cerca,
apenas unos milímetros de distancia.
Y sí, por ti, por ti,
por ti. Cualquier cosa.
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