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12.1.20

Maravilloso Desa(s)tre


Maravilloso desastre. 

Supongo que es una definición bastante vaga de alguien. Quizás, si la conociesen podrían comprenderlo mejor. Pero sí, algo así podría resumir sus centímetros de discordante perfección. Asimétricamente coherente y distantemente omnipresente. La fiel representación de todo lo que uno debería ser, encerrado en quien debe estar, en quien debe ser.

Ese maravilloso desastre surgió, con una voz irreverente, cargada de algo que sólo ella entiende. Con una forma de entender la vida, muy distante a lo que podría parecer en un primer momento. Un feminismo contextualizado, una conciencia social y la capacidad, jodidamente asombrosa, de poder hacer todo lo posible por quien ya ha dejado de creer en sí mismo. Una visión positiva, valiente, altruista y decidida, rota por una locura inexplicable, de cuna, y también transitoria. Es, a fin de cuentas, un ser lleno de luz, que se acaba descubriendo, poco a poco, sin pausa pero sin prisa. Y cuando por fin, tomas un poco de distancia y observas desde lejos, ves que todo lo que pensabas siempre, siempre, se quedó corto.

Si se cruzan con ella, miren sus ojos, esconden demasiada verdad, y tienen la capacidad de borrar y olvidar días de mierda, simplemente en unos instantes. Y no se fijen en sus lunares, porque puede que queden hipnotizados, aturdidos, en el intento de formar una constelación con los que recorren su cuerpo. Porque si lo hacen, si osan recorrer con sus ojos algunos lunares, tratando de unirlos imaginariamente, los querrán unir manual y mecánicamente. En una cadena de besos, que recorran todo su alma.

Y quédense prendados de sus labios, observen que sus comisuras, aunque parezcan impertérritas, en algún momento se rompieron de tanto sonreír. Hay quien no concibe la sonrisa y trata de erradicarla. 

Ella, una kamikaze de la sonrisa, no ceja en su empeño de devolver, incluso a quienes no lo merecemos, esa curvatura convexa de sus labios, que a veces, hasta se dedica a escribir nombres en almas ajenas. Si se cruzan con ella, díganle que en la mía quedaron sus iniciales, que vuelva para completar lo que comenzó a escribir. Porque las historias sin final, siempre vuelven.

Redescubrí un golpe fuerte aquí dentro, resultó ser un corazón que seguía latiendo, con una fuerza inusitada. Lo resucitó, y ahora cada golpe que me da, al escuchar con las ganas, su voz, sé que lo hace para gritarme, ve. Ve por ella.

Porque como dice Irene X, “Si la quieres y no te mueves al ver cómo se va: eres imbécil. El mundo lo sabe. Ella no tardará en darse cuenta”.

Así que, ponte a latir fuerte, que allá vamos.

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