¿Alguna vez os han acariciado el alma con un beso?
Es una sensación extraña, una especie de temblor hasta las
entrañas que se produce con un beso, una caricia o un abrazo que es capaz de estremecer tus
latidos durante un segundo o quizás más. Puede que cambie el pulso de toda una
vida en tan sólo segundos. Un beso que te estremece el corazón es una suerte,
una especie de bendición, que te recuerda que está ahí, no sólo para latir por
ti y porque sigas viviendo, sino para quedarse mudo y derrochar hasta el último
latido por quien es capaz de pararlos.
Mi alma es algo oscura, anda perdida y dubitativa en el
purgatorio, pendiente de los pasos que voy dando para unirse a mi sombra y ser
capaz de hacer vida a mi lado. No se deja ver por mi alrededor, aunque de vez
en cuando, en ocasiones puntuales, se cose a mis talones y me observa. El otro
día, entró hasta lo más profundo de mi cuerpo para quedarse. Lo sentí, estuvo
aferrada a mí durante toda la noche. Y la acariciaron, tanto que casi quiere
quedarse a vivir para siempre aquí.
La madrugada nos sorprendió, esos amaneceres tardíos de la
ciudad del frío con la catedral más hermosa del mundo, aún no habían llegado.
Lo vi por una claraboya, cegado por unos ojos que quería seguir mirando hasta
el anochecer de los míos, por lo menos.
Pausa, pasión, corazón. Nunca había descubierto que unos
labios, guiados por unos ojos cerrados pudiesen decir tanto en apenas unos
segundos. Sus labios se despegaban de los míos por primera vez en la historia,
y supe que se quedarían grabados en mis retinas hasta que se apaguen. Enmudecí.
Simplemente recuerdo sus enormes pupilas, abiertas hasta la extenuación,
mirándome, atentas y atónitas y el gesto que se repetía de nuevo. No podía
abrir los ojos, yo, que siempre había encontrado en los besos un momento para
parar el mundo y ver a esa persona besándome. Yo, que nunca los cerraba para no
sorprenderme al abrirlos.
Sus pupilas decrecieron. Agarró mi mano derecha, se aferraba
fuertemente a ella y yo no podía ocultar que sus ojos me habían atrapado. Eran,
bueno, debo decirles que son, de los más bonitos que he visto jamás.
Paramos el tiempo, lo hicimos nuestro y cada fracción de
segundo era un instante para no olvidar.
Un beso. Otro, otro, otro. Caricias en su espalda y miradas
infinitas. Ha parado el mundo pensé, tiene los superpoderes que siempre le
había dicho, no sólo la luz, no la magia, sino todo al mismo tiempo y además,
sus efectos especiales son una jodida maravilla.
No comprendo, como dice Zahara, qué voy a hacer con todos
los abrazos que, hice a medida para ti. No volveré a ser quién conociste.
Es imposible volver a respirar o latir con la misma
frecuencia, con el mismo pulso después de que alguien te ha estremecido el alma
y tú, has quedado tocado por una luz cegadora. Por unos labios con pausa, sin
prisa, con pasión, que tienen la capacidad de decirte sin palabras lo que ese
corazón que late siente en ese momento. No se puede ser igual, después de
perderte en unos ojos, que la belleza no son los ojos sino cómo se mira. Y
ella, ella, créanme, no mira, ella atrapa y sueña, ella devora la verdad y
cumple sueños. Ojalá esas pupilas gigantescas, en esos ojos abiertos, mirándome
de nuevo, como esa noche que ya era de mañana, como ese final, que ya era
principio.
Ojalá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario