Seguidores

20.1.20

Parada Total


Me tiemblan las manos. No puedo dejar de escribirte. Me falta el aire. Tengo los pulmones llenos, de tus recuerdos. Tengo el corazón desbocado, por las ganas, algo así como un caballo salvaje, galopando hacia el abismo, pero con la inexplicable certeza de que es capaz de superar cualquier cosa. Me ha explotado la puta cabeza, has tomado los mandos, te has metido dentro de mí. Desde la médula al hipotálamo.


Metástasis de una sensación inexplicable. Incapacidad transitoria de razonamiento lógico. Enfermedad en estadio tres. Creo que el diagnóstico apunta a taquicardia compulsiva al cruzarme con tu mirada, a una cantidad irreverentemente grande de larvas, floreciendo en mi estómago al rozar mis manos con las tuyas. Se me ha apagado el cielo y ahora únicamente veo una constelación, desde tus labios hasta tu espalda. Y joder, si parece que brilla más que el maldito meteorito que impactó entre nosotros.

Siempre me rodeó la muerte, desde una edad en la que uno no debería ni siquiera saber qué coño es eso. Lo que no sabía es que hubiese algo que tuviese la capacidad de apoderarse así de alguien. 

Quizás, simplemente tenga que ver con encontrar los ojos adecuados a los que mirar. A los que encontrarme cada jodida mañana, del resto de mi lamentable existencia, imperantemente feliz, al lado de esas pupilas por otro lado. Quizás iba de eso la vida, de encontrar alguien a quien quieres mirar cada día del resto de tu vida. O no.

Siempre me encontré indefenso ante estas cosas, supongo que por la inexplicable afición de encontrar la belleza en todo aquello que el resto no ve.

A veces, al recordar esa mirada, sigo temblando.

Nunca me había muerto de miedo y de ganas al mismo tiempo. Jamás, había sido incapaz de gritar en un susurro todo aquello que me brotaba del maldito músculo arrítmico que late aquí dentro.

Desde que se cruzaron esas pupilas en el camino, hace algo así como 170 días, en un cálculo bastante vago, y que parecen media vida, sigo teniendo ese nudo en el estómago antes de ver cómo aparece de la nada.

Realmente, un descubrimiento, consiste en algo que cambia la vida, de arriba abajo, te explota la cabeza y te revuelve las entrañas. Eso es ella, el puto descubrimiento de toda la historia, el mejor.

Ahora. Qué ya no puedes estar. Qué no te dejo de pensar. Ahora, realmente veo que no me equivocaba, que esas pupilas son algo sobrenatural. Que me estalla el puto corazón con tus recuerdos, que me duelen los pulmones cada vez que pienso en escribirte porque se me corta la respiración. 

Ahora que caminas a tus anchas dentro de mi pecho, que te refugias en mis pensamientos cada noche antes de dormir, cuando no me mata el puto insomnio. Ese maldito insomnio en el que me acompañas, porque no estoy sólo, pasando las noches en vela, sino que tú, desde mi cabeza, te encargas de revivirme los mejores momentos, de ciento setenta y pico días, que se están tomando un descanso.

Ojalá vuelvas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario