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17.7.20

Sin ti.

Querida nadie:

Hace doce lunas que me inundaste con tus pupilas, y yo, ni siquiera imaginaba el vendaval que desatarías en la oscuridad de mi alma. Me diste luz, y me apago por momentos en tu ausencia. Grito, desesperado con mis palabras, que se pierden entre las redes, para que vuelvas, a clavar tus ojos sobre los míos y a dejar que tus manos se deslicen por mi cara en una despedida breve y fugaz, que se alargará en el tiempo. Al fin y al cabo, somos dos almas unidas, no sé si por ese hilo rojo o, quizás, por algo mucho más fuerte e intangible, una conexión inédita que se funde en dos cuerpos demasiado distantes.

Llegaste para cambiar todas las malditas preguntas cuando pensaba que tenía las respuestas adecuadas. Quizás fue todo aquello, ese proceso de cambio que dejamos inconcluso, porque la vida a veces se empeña en separar cuerpos cuyas almas permanecen unidas por siempre. Nunca llegué a poder cambiar del todo, estaba demasiado ocupado en brillar, al lado de ese bosque salvaje que se derrama por tus ojos. Te contaré un secreto ahora que nadie me lee, sigo mirando tus fotos muchas noches antes de dormir para poder encontrarte en mis sueños. Sigo escuchando versos de tu boca para dibujarme una sonrisa, incluso cuando se me descuelgan unas lágrimas pensando en un viejo recuerdo, que aún tiene poder para erizarme la piel.

Esa canción, que siempre hablará de ti, aunque ni siquiera nos mencione. Ese recuerdo de tu sonrisa evocando una de las mías, para poder responder. Hoy, leí algo así como me gustas porque cuidas de mí cuando a mí se me olvida. Y se me olvida demasiado, a veces me vuelo el corazón de recuerdos y ahí estás tú, aunque no estés, para salvarme de mi propia vida.  Hace poco menos de un año vi cómo se empañaban en lágrimas tus ojos cuando te contaba algo triste. Esbozaste una sonrisa con las pupilas a punto de desbordarse, y ahí también. Ahí, en ese preciso instante, en mitad de la nada, con un botellín de agua y una cerveza, cuando aún éramos libres, me agarraste el corazón y te quedaste con él.

Temo que para siempre.

Han pasado doce lunas, y sigo sin saber qué haré con todo eso que tenía guardado para ti. Porque aún espero que la vida nos cruce, en otro instante. Y haberme convertido en todo aquello que nunca seré, porque quizás, a tus ojos, a tus manos y a tu alma, yo estaba bien.

Puede que todas esas noches mirando las estrellas, si es que quedaba alguna que se atreviese a brillar tanto como tú, fuesen simplemente el preludio interrumpido de muchas noches más contemplando el cielo. O quizá no.

Seguirán pasando lunas. Y los malditos lunes que se empeñan en perseguir a esos benditos domingos que tanto me hacían sonreír, también llegarán. Y seguirás arraigada a lo más profundo de mi alma. Acostada entre mis costillas, para dolerme cuando respiro y hacerme recordar que cerraste las heridas tras abrirlas y explorarlas.

Y en este silencio ausente, sigo soñando con tus ojos, con como tu pelo se descuelga para poder tapar tu mirada, felina, valiente. Sigo prendado de ese olor, que a veces me asalta y me hace girar la cabeza por si has pasado a mi lado y no me he dado cuenta.

Han pasado doce lunas y más de cincuenta lunes. Y aquí sigues.

Querida nadie, por hoy me despido, aunque no quiera.

Sé que no me leerás, pero ojalá que sí.


M.   


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