Querida nadie:
Hace doce lunas que me inundaste con tus pupilas, y yo, ni siquiera imaginaba el vendaval que desatarías en la oscuridad de mi alma. Me diste luz, y me apago por momentos en tu ausencia. Grito, desesperado con mis palabras, que se pierden entre las redes, para que vuelvas, a clavar tus ojos sobre los míos y a dejar que tus manos se deslicen por mi cara en una despedida breve y fugaz, que se alargará en el tiempo. Al fin y al cabo, somos dos almas unidas, no sé si por ese hilo rojo o, quizás, por algo mucho más fuerte e intangible, una conexión inédita que se funde en dos cuerpos demasiado distantes.
Llegaste para cambiar todas las malditas preguntas
cuando pensaba que tenía las respuestas adecuadas. Quizás fue todo aquello, ese
proceso de cambio que dejamos inconcluso, porque la vida a veces se empeña en
separar cuerpos cuyas almas permanecen unidas por siempre. Nunca llegué a poder
cambiar del todo, estaba demasiado ocupado en brillar, al lado de ese bosque
salvaje que se derrama por tus ojos. Te contaré un secreto ahora que nadie me
lee, sigo mirando tus fotos muchas noches antes de dormir para poder
encontrarte en mis sueños. Sigo escuchando versos de tu boca para dibujarme una
sonrisa, incluso cuando se me descuelgan unas lágrimas pensando en un viejo
recuerdo, que aún tiene poder para erizarme la piel.
Esa canción, que siempre hablará de ti, aunque ni
siquiera nos mencione. Ese recuerdo de tu sonrisa evocando una de las mías,
para poder responder. Hoy, leí algo así como me gustas porque cuidas de mí
cuando a mí se me olvida. Y se me olvida demasiado, a veces me vuelo el corazón
de recuerdos y ahí estás tú, aunque no estés, para salvarme de mi propia
vida. Hace poco menos de un año vi cómo
se empañaban en lágrimas tus ojos cuando te contaba algo triste. Esbozaste una
sonrisa con las pupilas a punto de desbordarse, y ahí también. Ahí, en ese
preciso instante, en mitad de la nada, con un botellín de agua y una cerveza,
cuando aún éramos libres, me agarraste el corazón y te quedaste con él.
Temo que para siempre.
Han pasado doce lunas, y sigo sin saber qué haré con
todo eso que tenía guardado para ti. Porque aún espero que la vida nos cruce,
en otro instante. Y haberme convertido en todo aquello que nunca seré, porque
quizás, a tus ojos, a tus manos y a tu alma, yo estaba bien.
Puede que todas esas noches mirando las estrellas,
si es que quedaba alguna que se atreviese a brillar tanto como tú, fuesen
simplemente el preludio interrumpido de muchas noches más contemplando el
cielo. O quizá no.
Seguirán pasando lunas. Y los malditos lunes que se
empeñan en perseguir a esos benditos domingos que tanto me hacían sonreír,
también llegarán. Y seguirás arraigada a lo más profundo de mi alma. Acostada
entre mis costillas, para dolerme cuando respiro y hacerme recordar que
cerraste las heridas tras abrirlas y explorarlas.
Y en este silencio ausente, sigo soñando con tus
ojos, con como tu pelo se descuelga para poder tapar tu mirada, felina,
valiente. Sigo prendado de ese olor, que a veces me asalta y me hace girar la
cabeza por si has pasado a mi lado y no me he dado cuenta.
Han pasado doce lunas y más de cincuenta lunes. Y
aquí sigues.
Querida nadie, por hoy me despido, aunque no quiera.
Sé que no me leerás, pero ojalá que sí.
M.
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