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22.2.16

Siempre quiso ser Poesía.

Ella siempre quiso ser poesía. Una de esas combinaciones de palabras irremediablemente cortas que mueven los cuerpos por dentro. Quería ser metáforas, paralelismos y sinestesias. Pero lamentablemente, toda la poesía que quería ser, estaba en mis dedos, y yo, nunca supe escribir poesía.

Tan sólo sé  observar esos labios, anhelando aquellos tiempos en los que las sonrisas me las dedicaba a mí, o en los que se dedicaba a cerrar las heridas de mi piel a golpe de besos. Y esas manos, que yacían impávidas sobre los latidos alborotados de mi corazón desacompasado, mientras su cabello, se agolpaba entre mis manos, y las enredaba en unos sueños que nunca fuimos capaces de pagarnos con actos, ni con palabras.

Ahora que lo pienso detenidamente, quizás toda esa poesía que siempre me dijo que quería ser, era ella. Quizás, a través de estos ojos, agotados y ojerosos, hiciesen de ella poesía en cada mirada, pues la poesía mueve los cuerpos, alimenta las almas, y su visión provocaba todo aquello en mi interior.

Éramos, dos almas embravecidas en una noche de tormenta eterna, y nos despedazábamos cada vez que dejaba de llover en nuestras pupilas, porque no sabíamos, y seguimos sin saber, vivir en paz. 
Porque nos mordíamos en cada beso, simplemente por el puro placer de hacernos daño, y nos matábamos en cada esquina, a besos, porque no podíamos vivir sin ese llanto constante. Teníamos tanto que dejar escapar, que se nos escapó hasta la vida juntos.

Yo quiero poesía, no hacerla, sino sentirla, vivirla, como antes, cada día. Poesía, de unos besos amargos, de unos labios rotos por las comisuras, de unos ojos entreabiertos en las noches de invierno, de madrugadas de sonrisas maleducadas que se escapan cuando tan sólo queríamos dedicarnos una tímida aprobación. Yo quiero esa poesía eterna, que me desgarraba por dentro, que aceleraba unos latidos que creía perdidos, que me mataba cuando escribía versos lejos de mis pies. Una de esas poesías en las que nuestras manos digan todo eso que llevan meses callando. Poemas que curen las cicatrices que nos quedan, para poder marcarnos de nuevo, a sangre, fuego, tinta y besos si es necesario.


Quiero, al fin y al cabo, que volvamos a ser esa poesía irreverente, que hacía versos de cien sílabas, que no riman, pero que suenan tan bien al sentirlos, que lo de menos, es que sean letras. 

Quiero, mi poesía.

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